Lectura: Lucas 10:25-37
Pastora Belkis Fernández, D.Min.
El amor ágape cura y venda heridas porque se identifica con el dolor ajeno. El amor ágape usa aceite y vino para suavizar, limpiar y curar las heridas de otros.
La curación: “Es la recuperación y eliminación de una herida o un daño físico. La curación de los pacientes depende en buena parte de su estado de ánimo” (Léxico Oxford).
¿Habrá alguien a quien no merece tratarse con amor?
Jesús emplea el ejemplo de tres personas que tuvieron la oportunidad de ayudar a un desconocido. El extranjero fue el que puso su fe en práctica. Los tres tuvieron la oportunidad de servir.
¡Qué pena que cuidar la reputación se convierta en más importante que salvarle la vida a alguien! Hay heridas emocionales, físicas y espirituales que necesitan ser curadas y Jesús hace una cura que salta a la vida eterna.
Se supone que un religioso debería actuar y no solo teorizar.
Repasemos un poco el texto bíblico de Lucas capitulo diez del versículo veinticinco, en adelante, Jesús ilustra la historia de un hombre judío que bajaba de Jerusalén a Jericó y fue atacado por ladrones. Lo hirieron tanto que lo dejaron como muerto. Pasó un sacerdote y siguió de largo, un ayudante del templo y siguió de largo. También pasó un samaritano, despreciado y viéndolo sintió compasión. El samaritano se le acercó, alivió las heridas con vino y aceite de oliva y se las vendó.
El samaritano subió al hombre en su propio burro, lo llevó hasta un alojamiento, donde cuidó de él. Al día siguiente, le dio dos monedas de plata, al encargado de la posada y le dijo, “Cuida de este hombre. Si los gastos superan esta cantidad, te pagaré la diferencia la próxima vez que pase
por aquí.”
El amor no debe competir absolutamente con nada ni nadie. ¿Tiene el creyente la potestad de decidir quién es su prójimo? En el sistema comunitario y religioso judío, a una persona inmunda no podía ayudársele. Hoy, los corazones se endurecen y por los malos testimonios perdemos oportunidades de servir a Jesús, sirviendo a otros.
La ética de un verdadero creyente se muestra con hechos concretos, sirviéndole al que no te puede recompensar. El pecado es la herida más grande. Jesús espera que tú puedas curar; si eres creyente nacido de nuevo tienes aceite de la unción de Cristo a través de su Santo Espíritu, actúa con genuinidad.
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